viernes, 7 de octubre de 2011

20 semanas

Ha pasado ya mucho tiempo desde que escribí mi hilo sobre La cuenta atrás cuando llevaba 20 semanas de embarazo y otras tantas por esperar (al final solo 18 de espera). Entonces solo podía imaginar como sería tener un bebé, trataba de verme como madre y sobre todo intentaba ponerle cara a la que sería mi niña. Ahora, 141 días después (son muchísimos) ya no tengo que imaginármelo.

Recuerdo los primeros días, cuando todas las mañanas a las 7 y 20 minutos le decíamos a la pequeña de la familia: “que bien cariño, hoy cumples 1, 2, 3 …. días”, luego eso cambió y ya solo contábamos las semanas, que se hicieron difíciles de seguir y empezamos a contar los meses. Y si no fuera porque sigo recibiendo semanalmente e-mails de páginas de maternidad varias, para mi Irene tendría 4 meses y 3 semanas.

¿Y que he aprendido durante estas 20 semanas?

Que aunque pensaba que mi vida estaba llena antes de ser madre y que era feliz y que podría seguir así el resto de mi vida ……….. ahora estoy más feliz y creo firmemente que de no haber tenido una hija, me habría perdido algo realmente increíble. Esta última frase es sorprendente para mi misma, persona que antes de escuchar su “reloj biológico” habría puesto su mano en el fuego para afirmar con rotundidad que “yo niños ni de coña”.

También he aprendido que soy una paranoica. Que si hoy no ha hecho caca, que si hoy ha hecho demasiada. Ha tosido tres veces, ¿será tosferina?, y ha estornudado cuatro veces hoy, ¿estará costipada?. Si la niña llora, algo le pasará, si no llora, mmm, igual tiene algo y está demasiado débil para llorar. Y es que la tremenda responsabilidad de tener la vida de un indefenso bebé en mis manos me tenía los nervios de punta. Ahora ya estoy mucho más tranquila y menos paranoica, pero el miedo a fallar, a no darme cuenta de algo malo que le estuviera pasando, a cometer un error grave, me tenía acojonadilla al principio. Le achaco parte de la culpa a ser científica y estar acostumbrada a controlar todas las variables de los experimentos ………. ¡En este experimento, sentía que no tenía absolutamente nada bajo control! La otra parte de la culpa supongo que la tiene el ser madre primeriza y no haber tenido contacto con bebés en toda mi vida.

Así que lo siguiente que he aprendido es ………. a relajarme. A darme cuenta de que si un día no come demasiado, ya comerá más al día siguiente. Si hoy no se ha echado una siesta, no pasa nada. Que si escupe un poco de leche después de cada toma, mientras siga creciendo en su curva, todo va bien. En fin, que si Irene está feliz, no hay motivo alguno para preocuparse y yo también estoy feliz.

Por supuesto, en cuestión de aprendizaje no puedo dejar de explicar que he adquirido una destreza envidiable en el noble arte del cambio de pañales, la captura de chupetes al vuelo y la sujeción de bebé escurridizo en bañera. Además me he dado cuenta de que eso de tener dos manos está sobrevalorado y que la mayoría de las actividades se pueden realizar solo con una, o ayudándose con la boca y/o los pies :-)

Y la otra cosa que he aprendido es que mi chico (aunque ahora es mi marido, aún no me acostumbro a escribirlo) no solo es la mejor pareja que podría desear sino que también es el mejor padre del mundo. Ya lo demostró durante el embarazo, y durante el parto y lo sigue demostrando cada día que pasa. Y cada vez que los veo juntos, riendo, jugando o simplemente la una en los brazos del otro, no puedo por menos que sentirme afortunada por tenerlos y por haber formado los tres nuestra pequeña y maravillosa familia.

jueves, 23 de junio de 2011

El primer mes y la lactancia

La pequeña de la casa ya tiene mas de un mes, que cumplió para regocijo de todos, el día del padre. Mirando hacia atrás se ha pasado volando, pero por otro lado cada uno de esos días parecían tener bastante más de 24 horas.

Desde antes de que naciera habíamos decidido que la lactancia materna era la decisión correcta, con todas las ventajas físicas y sicológicas para la niña y para mi, así que así lo comunicamos en el hospital. Y cumpliendo nuestros deseos al poquito de nacer ya estaba la niña intentando alimentarse :-)

Por supuesto, yo no tenía ni idea de como tenía que hacerlo, pero gracias a las enfermeras del hospital y a la consultora de lactancia, que me estrujaban y manoseaban el pecho como si fuera un trozo de carne :-) nos fuimos apañando. Mamaba bien, no me dolía nada, y aunque se tiraba sus buenos ratos en cada pecho, todo marchaba bien.
El estrés comenzó cuando nos dieron el alta y llegamos a casa, sin el apoyo de las enfermeras, solo madre e hija (que conste que el papá le habría dado de mamar si pudiera), pecho inexperto contra hija hambrienta. Los dos primeros problemas, la leche tardó en bajar unos 4 días, con lo que la niña se empezaba a desesperar (y no digamos la madre) y cuando por fin bajó ...... no había cacas!! Eso por supuesto nos llevó de cabeza al pediatra, que con inmensa sabiduría y un dedo lubricado “desatascó” literalmente al a niña que desde entonces hace un gasto de 8-10 pañales diarios.

En paralelo otro problema mas, el dolor!! Solo una persona me había dicho lo doloroso que podía llegar a ser dar el pecho, e ingenua de mi, yo pensé que a mi no me iba a pasar. Pero si, me pasó. Nuestra niña es lo que llaman modelo “barracuda” que se engancha y no para hasta que se ha saciado. La cosa es que cuando estaba en modo aprendizaje se enganchaba donde fuera, medio mal y de cualquier manera y yo que también estaba dando los primeros pasos en esto de la lactancia, no sabía corregirla, así que el resultado fue dolor, grietas y lo mas traumático ...... sensación de culpa al pensar que en realidad no quería darle el pecho, del dolor, cada vez que le tocaba comer. También se quedaba dormida mientras comía y había que estimularla e intentar despertarla constantemente, lo cual era muy frustrante y agotador. En fin, nada que ver con la bucólica imagen de la lactancia materna que uno tiene en la cabeza.

Aún así, firme en la decisión de amamantarla el mayor tiempo posible, buscamos alternativas y el papá se recorrió varias tiendas buscando pezoneras de silicona para poner una barrera entre la “barracuda” y mi lastimada piel. Sabía que eso podía generar rechazo a mi pecho cuando decidiera quitar las pezoneras, pero oye, mejor tener que usarlas siempre pero que la niña tomara mi leche a tener que abandonar por el dolor, no? Pues bien, tras 4 o 5 días usándolas y cuidándome el pecho con cremitas cicatrizantes, llegó el momento de volver al modo natural ....... y todo sobre ruedas.




Ahora todo va bien, la niña y yo hemos aprendido sobre la marcha y nos estamos entendiendo a la perfección. Ya no duele nada y estoy disfrutando al máximo de la lactancia, que una vez superados los problemas iniciales realmente es una experiencia fantástica de vínculo y cercanía con mi bebé. Y lo mejor de todo, es que ya me lo agradece sonriendo :-)

miércoles, 1 de junio de 2011

Hoy salgo de cuentas

Hoy salgo de cuentas, pero en realidad la pequeña Irene ya tiene 12 días de vida fuera de la barriga de mamá. Y en estos 12 días no he tenido un momento libre para poder escribir sobre la “fantástica” experiencia del parto. Hoy por fin, mientras la nena echa una cabezadita, aquí va el relato.


Tal y como venia repitiendo una y otra vez, trabajé hasta romper aguas, y el día 19 de Mayo (2:30 pm), en medio de un experimento, empecé a notar unos chorrillos incontrolables e inconfundibles. Tras correr a avisar al papá de la criatura y evaluar sin lugar a dudas que era líquido amniótico (ventajas de trabajar en un laboratorio donde se tiene acceso a cosas como papel de pH) nos fuimos a casa a recoger la bolsa del hospital y la bola de yoga y rapiditos rumbo al hospital.


Para cuando llegamos allí y nos hicieron la confirmación oficial de que había roto aguas (otro papel de pH) ya eran las 4:45 pm y estaba 3cm dilatada, igualito que en la última visita al ginecólogo. Y he de decir que ahí si terminé de romper, porque cuando me levanté de la camilla para dirigirme a la que sería mi habitación y sala de partos ...... solté como mínimo medio litro de golpe para sorpresa mía y sobre todo del papá :-)


Una vez en la habitación pasó de visita, corta, muy corta, la doctora. Me dijo lo que ya sabíamos, que una vez que se rompe aguas hay 24 horas para que nazca la niña porque con el tiempo se incrementa el riesgo de infección. Así que tras ponerme una vía para recibir líquidos (o drogas en caso de necesidad, jeje) y estar pegada al monitor durante un rato largo, recibí permiso para andar y nos fuimos de paseo .... alrededor de la estación de enfermeras.


Tras unas cuantas vueltas, aburridos, volvimos a la habitación. Es una pena, porque de no haber estado en el hospital podría haber estado caminando largo y tendido y probablemente haber empezado con contracciones por mi misma. Pero con las limitaciones de espacio del área de maternidad no fue posible y a las 9:20 pm tras varios paseos y saltitos en la bola de yoga, la enfermera nos comunicó que la médico quería empezar la inducción.


Cuando comenzamos la pitocina, comenzamos las contracciones y la enfermera me preguntaba a cada rato mi nivel de dolor de 0 a 10. Es curioso, porque ..... como sabes cual es tu 10? Al menos yo no lo sabía, y si se supone que es ese baremo el que tienes que seguir para decidir cuando pedir la epidural, pues lo llevas crudo .....como yo lo llevé. Con la pitocina las contracciones subieron de intensidad muy rápido y los niveles de dolor se fueron incrementando a la misma velocidad, así que para cuando pedí la epidural, a eso de las 11:45 pm, ya estaba en un 7.


Antes de la epidural me tenían que poner 2 bolsas de líquido intra venoso porque la anestesia baja la presión sanguínea y tenían que estar seguros de que tenía en mi cuerpo las sales minerales, los líquidos y nutrientes que fuera a necesitar. Así que para cuando terminé con las bolsas y apareció la anestesióloga yo ya estaba aullándo de dolor en un 10 ...... o un 11!! Durante todo este proceso el papá estuvo respirando conmigo, primero despacio y sosegados, luego con un poquito mas de intensidad y al final, jadeándo a coro, jeje, una gran ayuda sin duda alguna.


Pero para la epidural le mandaron salir. Así que allí me quedé yo con mi 10 de dolor y sin mi apoyo sicológico, y él fuera preocupadísimo por mi. En fin, aguanté los pinchazos de la epidural como una jabata a través de contracciones bien jodidas y en 5 o 10 minutos tras la anestesia empezé a estar en la gloria!!! Mis respetos a los médicos varios que desarrollaron esta técnica tan maravillosa.


Tan fantástica fue la epidural que tanto el papá como yo tuvimos tiempo de echar una cabezadita, breve, corta, pero suficiente para coger un poco de fuerzas para la siguiente etapa del parto ......... sacar a la niña!


A cada rato la enfermera comprobaba mi dilatación y a eso de las 5 o 5:30, de la mañana siguiente, me comunicaron que estábamos listas para empezar a entrenar los empujones, así que a eso nos dedicamos la enfermera, el papá y yo durante la siguiente media hora. Para entonces, la enfermera que había bajado el goteo de pitocina me dijo que teníamos que parar y descansar un poco, y subir la pitocina otra vez para tener contracciones mas fuertes, que son las que ayudan a empujar a los bebés fuera. Cuando empecé con esas contracciones el nivel de presión, y dolor que sentí subió bastante, pero he de decir que cuando empujaba el dolor se reducía, así que estaba bien motivada para empujar. Eso sí, tras una hora de empujar se me fueron quitando no las ganas, sino las fuerzas, así que la labor de la enfermera y sobre todo del papá aguantándome las piernas y contando conmigo durante las respiraciones y los tiempos de empujar fue lo que me mantuvo serena y concentrada para poder seguir adelante.


Unos 20 minutos antes de que naciera la niña llegó la doctora, agradecida de que Irene no hubiera querido salir a las 2:00 de la mañana, interrumpiendo sus horas de sueño (chispa mañanera de ginecóloga, debe ser). Se colocó la bata, los guantes y nos dijo, bueno, bueno, es hora de sacar este bebé. Y eso hizo! Tras unos cuantos esfuerzos mas la cabecita empezó a asomar y cuando el papá me dijo que la veía, mis esfuerzos al empujar cogieron de nuevo mas fuerza y potencia, porque después de todo, ¿que importaba ese último dolor si ya casi estábamos?


A las 7:24 am de la mañana del 19 de Mayo, y con una mano delante de la cabeza al estilo superwoman, nació Irene pesando 3 kg 250g y midiendo 46 cm. Y cuando la pusieron sobre mi pecho, mofletuda, y con los ojos abiertos y la miramos por primera vez, entre lágrimas de alegría, nos enamoramos inmediatamente de ella. Y escuchar el aullido de sus pulmones abriéndose paso al mundo exterior fue música para nuestros oídos. Desde ese instante nos dimos cuenta de que lo habíamos logrado, ya éramos padres y ahora empezaba la gran aventura de nuestra vida.





Finalmente, por sugerencia del papá voy a confesar, el título de este hilo no es totalmente correcto :-) Lo fue cuando empecé a escribirlo, pero, como un recién nacido en casa no deja precisamente mucho tiempo libre para escribir, el hilo lo he acabado al día siguiente de salir de cuentas.

jueves, 14 de abril de 2011

19 veces

Pues si, ese es el número de veces que fui al baño un día cualquiera de la semana pasada, un día que me dio por contar. Ahora échale unos cuatro minutos por vez, teniendo en cuenta que levantarse y caminar hasta el baño lleva lo suyo. Esto nos da un total de 76 minutos, ¡una hora y 16 minutos! Esto es una barbaridad. Y la cosa se pone aún peor, si tenemos en cuenta que me quedan 47 días para salir de cuentas, nos ponemos en unas 60 horas que son nada más y nada menos que dos días y medio perdidos solo en ir al baño.

Y es que no solo son las veces, lo peor de todo es la urgencia. Ahora no es un “tengo ganas de ir al baño, pero me voy a aguantar hasta que termine con lo que estoy haciendo”, no, ahora es “tengo ganas de ir al baño, ………. corre que no llegas”. Y esta sensación se incrementa cuando la niña decide que pegarle cabezazos a mi vejiga es una de las actividades mas entretenidas dentro de la barriga. Que conste que yo la entiendo, que se que además de tirar del cordón umbilical y patear no hay mucho mas que hacer, pero eso no quita que me acuerde de su madre (ups, soy yo) cada vez que cabecea duro.

Eso si, si comparamos el tamaño de la vejiga en un estado temprano del embarazo con el que tiene a las 40 semanas (en rojo en la imagen), se entiende perfectamente que no son solo los cabezazos. Es la falta total y absoluta de espacio en el cuerpo para acomodar no solamente la vejiga, sino el resto de los órganos. Con razón el embarazo se acompaña de ardores, y de gases, y de estreñimientos (afortunadamente de esto último yo aún no tengo).

En cualquier caso ………. ya va quedando poquito y estoy segura de que cuando tenga a Irene en los brazos todas estas pequeñas incomodidades del embarazo habrán merecido la pena.

miércoles, 30 de marzo de 2011

En ocasiones ......... tengo tobillos

Siempre he estado muy satisfecha con mis pies. Son pequeños, una talla 37, pero a tono con mi estatura. Tienen los dedos finos y estilizados, que se mueven con cierto gracejo y aunque por supuesto sus dedos pulgares no son oponibles tienen bastante habilidad para agarrar cosas. Más hacia arriba se coronan por unos tobillos delgados, con exposición evidente de los huesos.

Pero ………. hace solo unas semanas mi cuerpo embarazado decidió manifestarse en forma de hinchazón de tobillos. Fue súbito y por lo mismo inesperado. Ahora tengo tobillos, ahora ya no. Ahora tengo los dedos finos, ahora tengo 10 pequeñas butifarras. ¡Que espanto!. Así que una vez superado el pasmo inicial acudí a San Google y a las varias páginas femeninas especializadas en embarazo que consulto desde el mismo día que el test de embarazo salió positivo.

Por supuesto la respuesta fue la obvia, que es uno de los síntomas del embarazo y que la hinchazón remitirá cuando de a luz. Pero también lo describían como algo importante de controlar, porque junto con otros síntomas como hinchazón de manos y cara, dolores de cabeza, tensión elevada y presencia de proteínas en la orina, podía ser síntoma de preclampsia, y eso es serio. Una de las formas de diferenciar entre la hinchazón normal y la mala es que la normal se pasa (temporalmente) tomando ciertas medidas, mientras que con la mala, hagas lo que hagas, hinchada te quedas.

La principal medida paliativa es el agua, beber toda el agua del mundo y aún un poco más, porque esto aunque pueda parecer contradictorio es el mejor método para combatir la retención de líquidos que provoca la hinchazón. Así que me puse a ello y a día de hoy me bebo 8 vasos grandes de agua, que equivalen a mas de tres litros ¡e innumerables visitas al baño! Porque si las embarazadas ya tenemos que visitar el baño con una frecuencia agotadora, el número de visitas se incrementa exponencialmente cuando sumas a la “dieta” semejante cantidad de agua.

Otra medida es tener los pies en alto, lo cual puede ser extremadamente útil para las futuras mamás que no trabajen o a las que les hayan recomendado reposo. En mi caso, no es una opción. Sin embargo he de decir que la oportuna recolocación de mi ordenador bajo la mesa de la oficina por una de mis compañeras de trabajo (¡gracias!) ha permitido que durante el tiempo que no estoy en el laboratorio pueda elevar un poco los pies.

La suma de ingentes cantidades de agua mas elevar los pies siempre que puedo ha ayudado enormemente a reducir la hinchazón y a descartar la posibilidad de preclampsia. Eso y el diagnóstico del médico, que siempre ayuda. Pero sin embargo he seguido buscando otras “terapias” que pudieran ayudar y he encontrado una mejor que las anteriores …………. ¡En vez de beberme el agua, tengo que meterme en ella!

Estoy yendo a la piscina unas dos veces por semana (o más si puedo) y es una sensación maravillosa. Lo primero porque a estas alturas del embarazo el peso de la barriga se hace notar y el agua retenida también pesa. Flotar en el agua es una delicia y la ingravidez nunca ha sido tan valorada por mi como ahora. Pero lo mejor de estar en el agua no es eso, no, lo mejor es que la presión que el agua ejerce sobre mi cuerpo es capaz de devolver mis pies a la normalidad en menos de media hora. Así que cuando salgo del agua y me tumbo a leer un libro …….. no puedo evitar asomarme sobre las páginas para deleitarme con la visión de mis pequeños pies, con dedos finos y tobillos estilizados.

martes, 22 de marzo de 2011

La cuenta atrás

Pues si, me quedan 70 días de embarazo, 10 semanas, por supuesto asumiendo que la niña venga con la misma puntualidad británica que caracteriza a sus padres. En cualquier caso, y porque no me aguanto las ganas de verle la cara, es un buen momento para empezar la cuenta atrás.

Bueno, en realidad lo de verle la cara es una mentirijillas porque…….. ya lo hemos hecho. No contábamos con ello porque hacer las ecografías tridimensionales es bastante caro y después de esperar tantos meses, bien podíamos esperar otros poquitos mas para sacarle fotos en vivo y en directo, ¿verdad? Pero la cosa es que al final tuvimos foto en 3D “by the face”. En la última ecografía teníamos la cita bastante tarde, a las 5:30, así que en la oficina solo quedaba la técnico de ecos, el resto, hasta las administrativas ya se habían ido. Entramos y empezamos la eco, Irene estaba bien accesible y le pudo tomar una buena foto (normal) de perfil. Le comenté que estaba contenta, porque en la eco anterior no había sido posible sacarle un perfil, que la muy pilla se giraba y se tapaba con las manitas, así que teníamos a familia y amigos ansiosos por fotos nuevas de la criatura. Lo siguiente que vimos…….. ¡la cara de Irene en la pantalla! Moviendo las manos y abriendo y cerrando la boca. Nos sacó tres fotos bajo promesa de no decirle a nadie en la oficina, y tras los múltiples agradecimientos nos fuimos a casa felices cual perdices, con la sonrisa enganchada en las orejas, a enviarlas a los abuelos.



Y, ¿Cómo está Irene? Pues está grande, pesa ya un kilo y medio. Y me acompaña todo el día con sus pataditas, giros e hipos. Sabemos que oye bien, porque se despierta todas las mañanas con el sonido del despertador a darme mi primera patadita del día. Y a veces cuando su padre me agarra la barriga y la llama por su nombre, también le patea. Se supone que a estas alturas de su desarrollo está bebiendo (y respirando) líquido amniótico, y paladeando las delicias que yo coma, así que haciendo un sacrificio solo estoy comiendo cosas ricas, por mi hija.

Y, ¿Cómo estoy yo? Mmmmm, feliz ante todo. Y también consciente de mis actuales limitaciones. Mi cuerpo está pasando por una drástica transformación, que es mágica e indescriptible por un lado y agotadora por el otro. Afortunadamente la parte buena ayuda a sobrellevar la parte jodidilla con una sonrisa en la cara. A estas alturas he aumentado unos 7 kilos de peso, tengo un 50% más de sangre que hace 7 meses, la barriga mas grande que un balón de baloncesto y visito el baño con una frecuencia abrumadora. Así que todo progresa adecuadamente. Por otro lado sufro de ardores esporádicos, dolores de espalda intermitentes e hinchazón de pies. Con lo que digo yo que tampoco es tan horroroso, ¿verdad?.

Y, ¿Cómo está el papá? Pues feliz también. Viviendo el embarazo con mucha intensidad, no perdiéndose ni una sola cita médica, agarrándose a la barriga a cada rato, hablándole. Y sobre todo apoyándome, no mucho, muchísimo. Haciéndose cargo de las tareas que yo ya no puedo hacer y cuidándome. ¡Va a ser el mejor papá del mundo!

Así que aquí estamos los tres, a 10 semanas del desenlace, aprendiendo sobre la marcha y disfrutando de lo que podemos llamar: el experimento más importante de nuestras vidas.

sábado, 15 de enero de 2011

La mitad del camino

El martes fue un gran día, 20 semanas de embarazo, la mitad del camino recorrido. Fue por otro lado un poco aterrador darse una cuenta de que el tiempo ha pasado volando porque eso quiere decir que en otro abrir y cerrar de ojos …. ¡seré madre!.

Dentro de todo este tiempo, el más emocionante ha sido sin duda alguna el último mes. La aparición de la barriga, que me permite de una vez por todas presumir de embarazo. De hecho el tamaño aumentó considerablemente durante las vacaciones de navidad, así que a la vuelta mis compañeros/as de trabajo me miraban admirados, porque me fui con pancita y ahora ya es toda una señora barriga.

Sentir el movimiento del bebé también ha sido un emocionante y reciente descubrimiento. Pese a ser madre primeriza y no ser flaca, empecé a notar al bebé a las 15 semanas. Al principio solo un par de veces o tres al día, una sensación como si un dedo me empujara desde dentro hacia fuera. Por mucho que leía en foros y páginas varias que debía sentirse como un “aleteo de mariposa” o “palomitas de maíz explotando” yo no noté eso, pero sabía que era el bebé.

Por supuesto tardó en notarse por fuera, así que mi suegra, con quien pasamos las vacaciones navideñas, y que tenía la esperanza de poder notarlo antes de que nos volviéramos a casa, se tuvo que quedar con las ganas. Caprichos del destino, …….. a los dos días se empezó a sentir por fuera. Al principio muy leve y ahora ya contundente.

Ese fue un momento muy especial, porque mi chico por fin pudo compartir conmigo el embarazo, enterrando su nariz en mi barriga y aguantando la respiración para por fin recibir la tan esperada patadita. Ahora ya hemos avanzado y no es necesario que se ponga morado para sentir a la criatura, con poner la mano en la barrita es mas que suficiente y de hecho se ha convertido en su nueva forma favorita de dormirse por las noches.

El siguiente momento cumbre en estos meses ha sido descubrir el sexo. Aunque podríamos haberlo sabido durante las navidades, al estar fuera nos tocó esperar hasta la vuelta para saber que era. Ese día fue una ecografía muy importante, porque aunque se mira el sexo (si la criatura colabora), médicamente lo primordial es tomar medidas de los huesos, contar deditos, órganos, estudiar el corazón y el cerebro y en definitiva determinar si el bebé está sano o tiene algún tipo de problemas. En nuestro caso todas las mediciones salieron perfectas y nos dijeron que íbamos a tener ……una niña sanísima!!

Por supuesto cuando informamos a familia y amigos de sexo y salud, tras la euforia y las felicitaciones iniciales vino la pregunta: ¿Y el nombre? Así que nos pusimos a ello y lo cierto es que tardamos poco tiempo en decidirnos.

¿Cómo lo hicimos? Pues por consenso, como no. Cada uno hicimos nuestra propia lista de favoritos y cuando estuvimos listos la pusimos en común. A partir elegimos entre los (bastantes) nombres coincidentes el que más nos gustó a los dos.

Y desde ese momento mi vínculo con mi barriga creció, porque ahora cuando noto pataditas no me las da un “bebé desconocido”, me las da mi hija Irene.

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