miércoles, 30 de marzo de 2011

En ocasiones ......... tengo tobillos

Siempre he estado muy satisfecha con mis pies. Son pequeños, una talla 37, pero a tono con mi estatura. Tienen los dedos finos y estilizados, que se mueven con cierto gracejo y aunque por supuesto sus dedos pulgares no son oponibles tienen bastante habilidad para agarrar cosas. Más hacia arriba se coronan por unos tobillos delgados, con exposición evidente de los huesos.

Pero ………. hace solo unas semanas mi cuerpo embarazado decidió manifestarse en forma de hinchazón de tobillos. Fue súbito y por lo mismo inesperado. Ahora tengo tobillos, ahora ya no. Ahora tengo los dedos finos, ahora tengo 10 pequeñas butifarras. ¡Que espanto!. Así que una vez superado el pasmo inicial acudí a San Google y a las varias páginas femeninas especializadas en embarazo que consulto desde el mismo día que el test de embarazo salió positivo.

Por supuesto la respuesta fue la obvia, que es uno de los síntomas del embarazo y que la hinchazón remitirá cuando de a luz. Pero también lo describían como algo importante de controlar, porque junto con otros síntomas como hinchazón de manos y cara, dolores de cabeza, tensión elevada y presencia de proteínas en la orina, podía ser síntoma de preclampsia, y eso es serio. Una de las formas de diferenciar entre la hinchazón normal y la mala es que la normal se pasa (temporalmente) tomando ciertas medidas, mientras que con la mala, hagas lo que hagas, hinchada te quedas.

La principal medida paliativa es el agua, beber toda el agua del mundo y aún un poco más, porque esto aunque pueda parecer contradictorio es el mejor método para combatir la retención de líquidos que provoca la hinchazón. Así que me puse a ello y a día de hoy me bebo 8 vasos grandes de agua, que equivalen a mas de tres litros ¡e innumerables visitas al baño! Porque si las embarazadas ya tenemos que visitar el baño con una frecuencia agotadora, el número de visitas se incrementa exponencialmente cuando sumas a la “dieta” semejante cantidad de agua.

Otra medida es tener los pies en alto, lo cual puede ser extremadamente útil para las futuras mamás que no trabajen o a las que les hayan recomendado reposo. En mi caso, no es una opción. Sin embargo he de decir que la oportuna recolocación de mi ordenador bajo la mesa de la oficina por una de mis compañeras de trabajo (¡gracias!) ha permitido que durante el tiempo que no estoy en el laboratorio pueda elevar un poco los pies.

La suma de ingentes cantidades de agua mas elevar los pies siempre que puedo ha ayudado enormemente a reducir la hinchazón y a descartar la posibilidad de preclampsia. Eso y el diagnóstico del médico, que siempre ayuda. Pero sin embargo he seguido buscando otras “terapias” que pudieran ayudar y he encontrado una mejor que las anteriores …………. ¡En vez de beberme el agua, tengo que meterme en ella!

Estoy yendo a la piscina unas dos veces por semana (o más si puedo) y es una sensación maravillosa. Lo primero porque a estas alturas del embarazo el peso de la barriga se hace notar y el agua retenida también pesa. Flotar en el agua es una delicia y la ingravidez nunca ha sido tan valorada por mi como ahora. Pero lo mejor de estar en el agua no es eso, no, lo mejor es que la presión que el agua ejerce sobre mi cuerpo es capaz de devolver mis pies a la normalidad en menos de media hora. Así que cuando salgo del agua y me tumbo a leer un libro …….. no puedo evitar asomarme sobre las páginas para deleitarme con la visión de mis pequeños pies, con dedos finos y tobillos estilizados.

martes, 22 de marzo de 2011

La cuenta atrás

Pues si, me quedan 70 días de embarazo, 10 semanas, por supuesto asumiendo que la niña venga con la misma puntualidad británica que caracteriza a sus padres. En cualquier caso, y porque no me aguanto las ganas de verle la cara, es un buen momento para empezar la cuenta atrás.

Bueno, en realidad lo de verle la cara es una mentirijillas porque…….. ya lo hemos hecho. No contábamos con ello porque hacer las ecografías tridimensionales es bastante caro y después de esperar tantos meses, bien podíamos esperar otros poquitos mas para sacarle fotos en vivo y en directo, ¿verdad? Pero la cosa es que al final tuvimos foto en 3D “by the face”. En la última ecografía teníamos la cita bastante tarde, a las 5:30, así que en la oficina solo quedaba la técnico de ecos, el resto, hasta las administrativas ya se habían ido. Entramos y empezamos la eco, Irene estaba bien accesible y le pudo tomar una buena foto (normal) de perfil. Le comenté que estaba contenta, porque en la eco anterior no había sido posible sacarle un perfil, que la muy pilla se giraba y se tapaba con las manitas, así que teníamos a familia y amigos ansiosos por fotos nuevas de la criatura. Lo siguiente que vimos…….. ¡la cara de Irene en la pantalla! Moviendo las manos y abriendo y cerrando la boca. Nos sacó tres fotos bajo promesa de no decirle a nadie en la oficina, y tras los múltiples agradecimientos nos fuimos a casa felices cual perdices, con la sonrisa enganchada en las orejas, a enviarlas a los abuelos.



Y, ¿Cómo está Irene? Pues está grande, pesa ya un kilo y medio. Y me acompaña todo el día con sus pataditas, giros e hipos. Sabemos que oye bien, porque se despierta todas las mañanas con el sonido del despertador a darme mi primera patadita del día. Y a veces cuando su padre me agarra la barriga y la llama por su nombre, también le patea. Se supone que a estas alturas de su desarrollo está bebiendo (y respirando) líquido amniótico, y paladeando las delicias que yo coma, así que haciendo un sacrificio solo estoy comiendo cosas ricas, por mi hija.

Y, ¿Cómo estoy yo? Mmmmm, feliz ante todo. Y también consciente de mis actuales limitaciones. Mi cuerpo está pasando por una drástica transformación, que es mágica e indescriptible por un lado y agotadora por el otro. Afortunadamente la parte buena ayuda a sobrellevar la parte jodidilla con una sonrisa en la cara. A estas alturas he aumentado unos 7 kilos de peso, tengo un 50% más de sangre que hace 7 meses, la barriga mas grande que un balón de baloncesto y visito el baño con una frecuencia abrumadora. Así que todo progresa adecuadamente. Por otro lado sufro de ardores esporádicos, dolores de espalda intermitentes e hinchazón de pies. Con lo que digo yo que tampoco es tan horroroso, ¿verdad?.

Y, ¿Cómo está el papá? Pues feliz también. Viviendo el embarazo con mucha intensidad, no perdiéndose ni una sola cita médica, agarrándose a la barriga a cada rato, hablándole. Y sobre todo apoyándome, no mucho, muchísimo. Haciéndose cargo de las tareas que yo ya no puedo hacer y cuidándome. ¡Va a ser el mejor papá del mundo!

Así que aquí estamos los tres, a 10 semanas del desenlace, aprendiendo sobre la marcha y disfrutando de lo que podemos llamar: el experimento más importante de nuestras vidas.

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